viernes, 31 de enero de 2014

Dragones y mazmorras


Empieza hoy el Año Nuevo chino. Bajaré a husmear qué hacen mis vecinos, los adolescentes que regentan el bazar chino de debajo de mi casa (quizá "regentar" sea un poco exagerado, porque el negocio es de sus padres -o tíos o tutores o lo que sea-, pero, los fines de semana, la tienda es el lugar donde ellos solos se mueren de aburrimiento con una sonrisa en los labios durante doce horas al día). Me caen bien estos chavales.  Creo que son un poco rebeldes porque son emo y se visten como japoneses góticos. También son muy amables y se quedan con tu cara. Por no mencionar esa memoria prodigiosa que les hace recordar que el betún para zapatos está situado dos estanterías detrás de los trapos de cocina, entre los lápices de colores y la lencería. 
Este post con cuento chino se lo dedico a ellos. Para que saquen un día al dragón que llevan dentro, cierren  la tienda un rato y se vayan por ahí a bailar o a encender farolillos rojos. ¡Feliz año del caballo, chicos!

lunes, 27 de enero de 2014

Hacer caja

Ilustración de Isabel Hojas
La última vez que estuve en Barcelona, había en el Palau Robert una exposición retrospectiva dedicada a Roser Capdevila. Por supuesto, yo conocía sus Tres bessones y, en general, su estilo como ilustradora. Lo que no sabía es que, además, esta mujer tan interesante se dedica a reciclar cajas de cartón para hacer con ellas cocinitas para sus nietos y teatrillos perfectamente diseñados para llevar a cabo representaciones de cabaret ante un público reducido. La exposición todavía puede visitarse (hasta el 27 de abril), por lo que, si tenéis ocasión, os recomiendo que vayáis a verla...Saldréis con ganas de dibujar por las paredes, de pintarrajear en las servilletas y, sobre todo, de arramblar con todas las cajas de cartón que encontréis por el camino.


Creo que para los niños -y para la parte de niños que hay en nosotros-, las cajas son un vehículo privilegiado para viajar al Más Allá. Y no, no me estoy refiriendo a los ataúdes, claro, sino a esas cajas de cartón que nos llevan un a Más Allá fantástico e ilimitado, absolutamente personal, donde somos dueños del espacio y el tiempo. Lo comprobé hace unos días cuando, en una improvisada encuesta realizada a través de Facebook, pregunté a mis amigos qué se les ocurría que era posible hacer con una caja.  La verdad es que tardé poquísimo en recopilar una amplia gama de ocurrencias:  vivienda para seres invisibles (sic), cohete y escondite; falso mobiliario, isla y cofre del tesoro; alfombra voladora y cuna para mascotas, entre otras. Además, hubo quien, para abreviar, me remitió a este enlace, subrayando así que nada hay que no pueda hacerse con una caja de cartón y mucha creatividad.

"Alice dans sa boîte"
de http://www.tiphainemangan.com/about
Igualmente, las cajas casan de maravilla con los libros, porque ambos plantean un interrogante y  nos otorgan sus dones sólo si los abrimos con imaginación y una actitud de entrega a lo desconocido.  Así, no es raro que álbumes cuyas ilustraciones han sido elaboradas  a partir de cajas de cartón deconstruidas - Sofía y el pendolaje (Espirelius, 2008)-  o  que contienen  imágenes enmarcadas en cajas  -Esta familia que ves (Ediciones SM de México, 2013)- tengan, en mi opinión, un plus de gracia y de misterio.

Personaje creado con cartones por  Valeria Gallo
en su taller Nariz Grande camina solo
Otro ejemplo  de cómo combinar caja y narración son  las cajas de lectura, como las utilizadas en la Escola Vedruna de Barcelona.  En estas cajas temáticas los maestros reúnen álbumes ilustrados con un contenido común -los viajes, el Día de la Mujer,...- sobre el que, tras la lectura,  se debate y se trabaja con los alumnos (si os interesa, aquí  -en catalán- explican el procedimiento y los resultados). Para párvulos,  una propuesta didáctica interesante es ésta  (por la cara de los niños, yo diría que la Caja del Pollo Pepe es mucho más atractiva que la caja tonta).
Asimismo, con una pericia de la que yo carezco,  con cajas se pueden hacer dioramas que representen escenas de cuentos. En este link  podéis ver el proceso seguido por una ilustradora profesional para conseguirlo y aquí algunos dioramas de Kim Welling, que no ilustra cuentos en 3D pero combina letras y dibujos con mucho arte.

También los cartones y las cajas aplastadas son la materia prima y la fuente de inspiración de David Hofmann, fundador del  Boxdoodle Projekt, una iniciativa dirigida a creadores de todo el mundo para que confeccionen con estos modestos materiales lo que su  ingenio les sugiera (los frutos de esta convocatoria abierta se pueden contemplar en esta página de Facebook).

Imagen procedente de
 http://vedruna-angels.org/blocs/lectura/files/2013/02/221.jpg
En fin, podría seguir al infinito. Pero, como no quiero acabar viviendo en una caja apostada debajo de un puente, me conviene dedicar mis esfuerzos a algo productivo. Así que me despido por hoy, no sin antes recomendaros que veáis este video sobre una iniciativa llevada a cabo por la Asociación Petit Poblenou en colaboración con el Ajuntament de Barcelona y varias editoriales. Os alegrará el día (porque, además de todo lo que hemos mencionado, con cajas de cartón y ganas, el mundo puede mejorar muchísimo). 






viernes, 24 de enero de 2014

Gloria en la sala

Ilustración de Jorge Mascarenhas
Nadie nos acuna a los mayores.
Llegan noches cuajadas de silencio,
miedo a la Oscuridad,
tierna regresión y,
nadie nos canta nanas a los mayores.

Aprende a soñar, como yo,
sin que nadie nos acune.
-Duérmete en nana, nene.
Duérmete en nana, nena.
Volveremos a vernos en la otra Orilla.
Será de azúcar la arena.
Volveremos a vernos en la otra Vida
-menos perra-.
Duérmete en nana, nene.
Duérmete en nana, nena.
Gloria Fuertes

PD: Yo no entiendo a la gente que dice que no le gusta Gloria Fuertes. Serán locos (pero no de los versos).

domingo, 19 de enero de 2014

Cornucopia (los cuentos del hambre)

Ilustración de Silvia Bautista para una empresa de catering escolar.
Pertenezco a una generación anterior a la proliferación de hamburgueserías y aún me sorprende encontrarme a gente caminando por la calle mientras toma café en grandes vasos desechables y con pajita. Tampoco entiendo el súbito anhelo de algunos transeúntes por comerse un yogur mientras pasean. Además, el auge del botellón (esa especie de bacanal cutre) me pilló al final de la veintena y ya nunca le vi la gracia. En mi infancia los refrescos y chucherías se racionaban, salir a tomarse un helado era un pequeño acontecimiento, el desayuno de los domingos podía, a veces, ser especial, pero el resto de la semana tomábamos cola-cao y galletas maría -nada muy sofisticado ni avalado por nutricionistas-. Cuando era niña, me dejaba sobornar por un huevo kinder y si alguna vez me compraban un donut tardaba media hora en comérmelo, siguiendo una secuencia de pasos demencial destinada a prolongar la experiencia al máximo.

Explico esto porque hoy quiero recordar un tipo de historias que, de muy chica, me fascinaban. De hecho, el primer cuento que escribí -lo sé porque mi madre lo ha guardado- se titulaba “La mesa májica” (sí, con j. Sólo tenía seis años) y recreaba un episodio de ese tipo. Me refiero a esos cuentos de “mesa, ponte”, en los que el protagonista recibía en algún momento de su aventura un objeto capaz de proveerle de los más exquisitos manjares en el momento que lo pidiera. Normalmente, ese objeto era un mantel o, tal vez, unas alforjas (los que he podido encontrar en la red son unos cuentos un tanto misóginos, advierto). Fuera lo que fuera, el encantamiento permitía al personaje disfrutar de una comida deliciosa, sin las restricciones en la dieta propias de un niño de mi generación.
Me imagino que esos cuentos fueron perdiendo vigencia y encanto a medida que nos íbamos instalando en una sociedad opulenta y consentida. No lo digo con alegría, ni mucho menos, pero puede que ahora vuelvan a ponerse de moda.

Os dejo con una terrorífica escena de El Laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006) que, tangencialmente, guarda relación con esto de lo que hablo (y, de paso, con el mito de Perséfone), para que reflexionemos sobre los peligros de ser zampabollos: 


PD: No soy tan vieja como esta entrada pueda dar a entender, aunque, sí, ¡estoy a régimen!! 

miércoles, 15 de enero de 2014

Atados por sus labios

Ilustración de Elena Odriozola para La Sirenita y otros cuentos (Ed. Anaya, 2004)
Una mujer y un hombre llevados por la vida...
Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz, 
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.
(Juan Gelman)
PD: Lo que son las cosas. Leí este poema muchas veces, pensaba que era un poema de celebración del amor  muy hermoso. Siempre leía la última palabra como si su primera letra fuera mayúscula (Tierra). Luego, para escribir esta entrada, hice averiguaciones sobre la biografía de Gelmán (Buenos Aires, 1930) y supuse que la composición está dedicada a su hijo y a su nuera desaparecidos durante la dictadura militar argentina. Leí el poema de nuevo. La palabra tierra no lleva mayúscula.

PD2: Empecé a escribir esta entrada anteayer. Quería publicarla el 3 de mayo, con motivo del cumpleaños de Gelman. Pero hoy ha muerto este poeta, él sí mayúsculo, que halló coraje para transitar entre fantasmas y palabras certeras para expresar un dolor indescriptible. Así que adelanto con tristeza la publicación, como un homenaje. Toda mi admiración, señor Gelman.  Ojalá, en la noche que ahora usted también habita, pueda volver a ver el rostro de los que ama.  

viernes, 10 de enero de 2014

La vida de palacio

Ilustración de Xulia Barros
Estreno casa. Y no es de alquiler...Como nunca creí que esto fuera a ocurrir, todavía me despierto por las mañanas mordiéndome los labios y pensando ¡caray! ¡qué suerte tengo!. Rodeada de cajas y de cables, trato de imaginarme cómo será la vida aquí cuando estas paredes desnudas ya no me sean extrañas. El piso es antiguo y luminoso, con un balcón que da una calle arbolada y sin demasiado tráfico. Realmente me encanta el sitio, pero queda mucho por hacer antes de que esto sea MI casa de veras. De momento, paseo por las habitaciones y saludo a los fantasmas (habrá que irse conociendo) y duermo en un colchón en el suelo que cambio de posición cada día.
 
Esto me hace pensar en el final de muchos cuentos, cuando el héroe o la heroína culmina su aventura instalándose en un palacio, que es un hogar bien distinto de la cabaña en el bosque, el molino o la consabida “humilde morada” de la que había salido. Los cuentos nos presentan realidades simbólicas y el palacio es una representación de un estadio superior de la consciencia a la que el personaje accede gracias a haber superado satisfactoriamente las pruebas a que se ha visto sometido. Pocas veces en esas historias se menciona cómo es la vida en palacio, ya que eso carece de importancia (salvo que sea un falso palacio, una cárcel o una trampa -como en Barba Azul, por ejemplo-). Nos imaginamos el lujo y el boato, pero los detalles sobre las rutinas son escasos, si no nulos.
 
Pero hay al menos un cuento en el que sí se describe cómo es la suntuosa vida de muros para dentro. Puede que no sea casualidad que, en su versión más conocida, la historia nos haya sido legada por una mujer, Jeanne Marie Leprince de Beaumont (Ruan, 1711- Chavanod, 1780), una mujer, además, poco convencional para la época. Me refiero a La bella y la bestia, un cuento precioso del que hablaré algún día. De momento, quiero centrarme sólo en este pasaje, el del momento en que Bella llega a la morada de la Bestia creyendo que va a ser devorada por el monstruo a las pocas horas:

Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo no podía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escrito sobre una puerta:
Aposento de la Bella
La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.
 (Fragmento procedente de la versión incluida en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/leprince/la_bella_y_la_bestia.htm)

En algunas versiones que circulan por internet, Bella pasa sus días bordando junto a una chimenea, aguardando la visita nocturna de la Bestia (lo cual, tal vez, se asemeje más a como era la vida de las mujeres en el siglo XVIII), pero a mí me encanta el detalle de rodear a la protagonista de estímulo intelectual, esto es, de lo que a ella “le hacía la vida placentera”. A partir de ese instante, la existencia de la muchacha trascurre entre lecturas, conciertos y paseos por el jardín, amén de las agradables cenas con la Bestia, en las que ambos se tratan como iguales.
En su aposento, Bella encuentra además un espejo mágico (un espejo siempre muestra la verdad, aunque, en este caso, le sirve a la protagonista para ver la verdad lejana de lo que ocurre en la casa familiar que ha tenido que abandonar para salvar la vida de su padre) y no está realmente prisionera, pues, en cuanto solicita ir a visitar a los suyos, al instante se le concede su deseo.
En resumen, Bella es feliz en palacio, pero no por el lujo y las comodidades, sino por el placer de dedicar el tiempo a lo que le gusta, porque en ese hogar crece y se la respeta y, por supuesto, por la compañía.
 
Mi casa no es un palacio, el espejo del baño no es mágico (¡más quisiera!) y la única bestia que hay en los alrededores soy yo cuando me enfado con el técnico del gas por sus tarifas desorbitadas, pero aspiro a que mi vida aquí sea como la de Bella, una vida agradable donde los deseos maduran y se cumplen llegada su hora. ¡Ah! Y la biblioteca. ¡Ah! Y la música....


lunes, 6 de enero de 2014

Carbón de azúcar

 MELCHOR, GASPAR Y BALTASAR 
Oriente-Así-En-General

Queridos Reyes Magos:

Os escribo un poco tarde. Lo sé y me disculpo. Ocurre que en mi casa siempre fuimos republicanos y, además, no sabemos lo que es la mirra, así que nunca nos acordamos de vosotros hasta que vemos el gentío en la calle y las jugueterías abiertas a las once de la noche. Pero conste que a mí, como a Juanjo Saez -véase El arte. Conversaciones imaginarias con mi madre (Mondadori, 2006), capítulo 18-, el Día de Reyes me parece un happenning interesante y pongo los zapatos en el balcón por si acaso.

Ilustración de Miguel Ángel Cuesta
Creo que es bonito escribir cartas a seres imaginarios y echarlas al correo con la seguridad de que nuestras peticiones serán atendidas (eso es más de lo que ocurre en muchos casos con mensajes dirigidos a personas de carne y hueso) y apruebo que en la cabalgata se arrojen toneladas de caramelos porque así todos pillan cacho y se evitan frustraciones como las que provocaba en los chavales de mi generación no conseguir nunca el balón de Nivea.
Lo único malo que yo le veo a este día es que algunas personas, llevadas por el entusiasmo, compran en grandes superficies cosas feas a pilas que atrofian la imaginación del más pintado. El capitalismo full time es lo que tiene, que se apropia de las tradiciones y nos llena la casa de trastos (de las desigualdades sociales hoy no hablamos).
En fin. Antes de que se me vaya el santo al cielo y vosotros volváis a Oriente -espero que a un sitio agradable de Oriente-, os diré que he sido bastante buena este año -este año no, el pasado-, aunque en abril experimenté algunos estallidos de rabia, en agosto protagonicé un episodio vergonzoso y a finales de octubre se me olvidó pagar la cuenta en un bar. En cualquier caso, poca cosa. Por ello quería pediros estos regalos:
  • Aprender a contar cuentos con voz de ensueño, tal que así.
  • Ser aguda, graciosa y decidida como las protagonistas de Noche de Reyes de William Shakespeare.
  • Que a ningún niño le entren ganas de hacer pis por la noche sin tener a mano este libro.
  • Que -como pasa en El rey Gaspar  de Gabriel Janer Manila (1ªedición en Ed. La Galera, 1975)- los reyes Gaspar de este mundo encuentren un final feliz (y, si se puede, que yo lea más relatos como ése, tan bonitos y bien escritos, aunque sean del año catapún).
  • Tener trabajo y explicarles a mis alumnos que Rubén Darío también os dedicó un poema.
  • Tener salud, estar contenta, estar agradecida y vivir un amor entregado como el de Delia y Jim en El regalo de los Reyes Magos (aunque O. Henry tuviera una vida desgraciada nos legó grandes pequeñas historias).  
Y nada más. Bueno, sí, claro, que ganen los buenos y no sólo en el fútbol.
Buen viaje, dejad descansar a los camellos.
Besos XXX

viernes, 3 de enero de 2014

Life goes on

Bueno, pues ya un año más empieza. Un año nuevo, casi a estrenar. Un año sin los que se fueron a por tabaco y sin los que se fueron por el cielo. Un año con días, horas y hasta minutos de 60 segundos que se llenarán de vete a saber qué peripecias y  descubrimientos. Mientras vivamos habrá aventuras, así que celebremos que todo es misterioso y extraordinario, como en los cuentos. Como en los cuentos, supongo, habrá en el 2014 bosques, lobos y palacios encantados. Nos hechizarán, claro, nos desafiarán, pero, de alguna forma,  encontraremos las palabras mágicas y el sendero apropiado. Todos los cuentos de hadas tienen un final feliz, no va a ser menos el nuestro, ¡a por él con mucho ánimo y coraje!.
 
"Life goes on", pintura de Gunella (2008)

PD: Os dejo aquí un videoclip ilustrado del grupo granadino  Maui y los Sirénidosuna banda sonora excelente para elaborar nuestra lista de propósitos con ritmo y sentimiento (el video, por cierto, fue realizado por Fernando Montero, un artista que, un mundo ideal, nos debería pintar a todos el escenario).