miércoles, 25 de junio de 2014

La Bella Durmiente

El verano pasado estaba de vacaciones en casa de unos amigos. En realidad, la casa era del padre de él, fallecido poco tiempo atrás, y sus cosas (las del padre) seguían por ahí -porque, sí, las cosas, algunas, nos sobreviven-.

Ilustración de Jennie Harbour,
 My book of favourite fairy tales illustrated by Jennie Harbour
Entre ellas (las cosas), había una colección de libros magnífica que ocupaba el espacio que podrían ocupar varios cuerpos apilados. La mayoría de los autores de esos libros ya no ocupan espacio alguno, pero sí lo hacen sus invenciones, lo que es un gran consuelo y un acicate importante para vivir los veranos que nos queden con alegría y desprendimiento.

Yo elegí como lectura para esos días un librito fino de una autora viva, Ana María Matute, titulado El verdadero final de la Bella Durmiente. Como la hija mayor de mis amigos ya sabe leer, al ver el título de la obra me preguntó cuál era ese "verdadero final" de la Bella Durmiente y yo le iba contando lo que descubría a medida que avanzaba las páginas. Aunque el "verdadero final" no se lo expliqué...porque me dio miedo a mí y me dio miedo darle miedo a una niña de 6 años. Los niños de antes, de cuando Ana María era pequeña, igual estaban más acostumbrados al canibalismo.

De todos modos, El verdadero final de la Bella Durmiente me encantó. Si hay una autora que ha sabido desnudar los cuentos de hadas y volverlos a vestir con gracia y verdad, ésa es la señora Matute. Y eso a pesar de que no es nada fácil enmendarle la plana a un saber ancestral.

Hoy escribo esto al poco de enterarme de que Ana María Matute ha fallecido, a los 88 años. Entonces se me ha ocurrido que podemos decir que la escritora ha muerto, pero también podemos pensar que duerme, metida en un cofre con sospechosa forma de libro, esperando a que un príncipe -o un lector, que, para el caso, es lo mismo- la despierte con un beso dentro de trescientos años.  O posiblemente no haya que esperar tanto, porque me temo que  a Olivia mi "verdadero final" le pareció una birria absoluta. El canibalismo en los cuentos tiene un atractivo irresistible, como sabe cualquier niño de 6 años y algunos adultos (pocos, poquísimos) de 88.