Si yo fuera una bruja, esta madrugada celebraría una gran fiesta de fuego y rituales. No dormiría ni un segundo, me untaría el cuerpo con grasa de animales y bailaría con demonios encarnados. Pero soy profesora y la noche de este 30 de abril – que, en algunos países del centro y del norte de Europa, es tan mágica y llena de presagios-, simplemente me acostaré agotada y contenta por no tener que ir a trabajar mañana.
Así son las cosas. Aunque, no quiero dejar pasar la ocasión de conmemorar esta festividad porque, si algo he aprendido leyendo cuentos, es que tan importante como el héroe es su antagonista. De hecho, sin bruja, ogro o dragón, no hay héroe. Así que honremos hoy a esos seres feos y deformes, malvados y miserables, porque gracias a ellos hay una historia que contar. ¡Feliz Walpurgis, señoras brujas! ¡Buena noche de ritos salvajes!.
PD: Claro que -me acabo de dar cuenta- puede que, para algunos de mis alumnos, yo sea una auténtica bruja. ¡Vayamos a por la escoba entonces y amorticemos esa fama!.
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