Ilustración de Luis de Horna para La piedra arde (1980) |
Sobre esto escribió, y muy bien, la especialista en literatura infantil Ana Garralón hace unos días. En su blog podéis encontrar una reflexión sobre el vínculo del escritor uruguayo con la literatura infantil y una mención a La piedra arde (Lóguez Ediciones. 1980) , uno de esos libros “extraños” que me regalaron cuando era pequeña y que ahora está -creo- descatalogado. Era un libro extraño porque los personajes no eran buenos o malos (el niño, Carasucia, entra a robar en el huerto del viejo, antes de que ambos se hagan amigos) y tenían un pasado, una historia, heridas reales y orgullo de ser lo que eran. Además las ilustraciones, de Luis de Horna, eran hermosas de una manera inusual. Por dibujos así, un lector joven puede llegar a entender, intuitivamente, que un artista expresa lo que ve fuera así como él es por dentro. Y, además, el final...Ese final que nos hacía sentir gratitud por las luchas que libraron nuestros abuelos.
Os invito hoy a que leáis o releáis La piedra arde -aquí, si no de otro modo- para recordar que más tentador que el exilir de la eterna juventud es llegar a ser un viejo sabio y generoso (NOTA: ¡Eduardo lo consiguió!).
Pintura de Luis de Horna, Sin título (Acrílico sobre tabla, 1996). Imagen extraída de http://www.saber.es/web/biblioteca/libros/la-coleccion-caja-espana-de-pintura/html/cuadros/78.htm LA CREACIÓN
La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando.
Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio.
Los indios makiritare saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.
La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro de huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba y cantando decía:
– Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.
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