domingo, 12 de julio de 2015

Una piedra en el camino...y algunos árboles

Imagen procedente de http://www.mistrucosparaeducar.com/

Me voy a caminar. En concreto, me voy a recorrer un trecho del Camino de Santiago, sobre el que, gracias a mis alumnos y a nuestras lecturas, soy casi una experta, como ya sabéis los que léeis el blog.  La  pena es el "casi", porque entre la teoría y la práctica seguro que habrá diferencias que pagaré con sudor y ampollas en los pies. Son las inevitables  piedras del camino (del Camino, en este caso) y me conformo con no tropezar dos veces con la misma.  Aparte de eso, también espero regresar  con algunas historias y puede que con unos pocos cantos rodados para decorarlos a mi regreso, como éstos de las fotos que veis aquí al lado. Sirven para crear historias y se pueden pintar o, si no se os da bien el dibujo, se les pueden pegar adhesivos. Son una versión rudimentaria de dados como éstos o de los Story Cubes de la marca Asmodee. Si afilamos la imaginación seguro que dan para mucho. 

Además de piedras, por supuesto, deseo encontrar a lo largo de la ruta muchos árboles (muchos, muchos, porque el sol de julio es furibundo) y eso me trae a la memoria el inventario de árboles mágicos que el escritor orensano Víctor González incluye en su libro El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles), una compilación de historias  que os recomiendo precisamente a modo de sacapuntas de la imaginación porque está lleno de ideas disparatadas y desenlaces insólitos. Ahí va la lista:
 
Los diez árboles mágicos
 
Los diez árboles mágicos son los siguientes:
El Falso Tugup de la isla de Manila. que da sombreros de paja perfectamente trenzados en distintas tallas.  
El Talingaham o Árbol Orejudo, que oye todo lo que se dice.
El Artocarpus, que da hogazas de pan bien cocidas.
El Nonoc, que no crece en la tierra sino en el aire.
El Pao de Ferro, una especie muy apreciada por los portugueses e imposible de talar.
El Sua, un tipo de Naranjo cuyos frutos son del tamaño de melones pero más pequeños.
El Árbol del Viajero de Madagascar que, como todo el mundo sabe, da agua potable.
El Silot, cuyas semillas de color azul tienen dentro un trozo pequeño de cielo.
El Buai, que da piedras y se utiliza en construcción.
Y por último, el Carraspiques Gigante, que no muere jamás y cuyas hojas cuando caen al suelo echan a andar y se van a descubrir el mundo.

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