Hace unos días ha nacido Mateo, el hijo de unos amigos míos. Como aún tardaré un tiempo en conocerlo, le mando desde aquí una postal de bienvenida a este mundo de locos.
Y muchos besos, por supuesto.
"Nada
en él invita a pensar que es un elegido. Sus ropas no son
magníficas; su piel no brilla bajo el astro primaveral; sus pasos no
van abriendo aguas prohibidas. No lo rodean aura, nimbo ni mandala de
fragancias. Está a solas consigo mismo, como los pioneros. Y, sin
embargo, en su corazón, calladamente, el gran viaje ha comenzado. Ya
no es cualquiera, desde ahora comienza a ser él (...)".
Ricardo Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor. Seix Barral, 2010 |
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