martes, 11 de marzo de 2014

Vara de avellano

Ilustración de Carlotta Castelnovi
http://www.carlottacastelnovi.it/es/
De repente, han vuelto los árboles. Supongo que han estado ahí todo lo que llevamos de invierno, pero estaban tan, tan callados. Y hoy, sin más ni más, han empezado a hablar en ese lenguaje suyo de pájaros y brotes tiernos. Tengo mucho trabajo, no puedo entretenerme charlando con ellos, pero me hace feliz saber que, al otro lado de los cristales, se desarrolla una conversación tan importante.
Además, esta algarabía cuasi primaveral me trae a la memoria las "varitas de virtud". Las varitas mágicas de los cuentos de hadas tradicionales son, a menudo, ramas de árboles (véase: Estrellita de oro y Rabo de Burro) que, no por azar -eso no existe en los cuentos-, van a parar a manos del o de la protagonista para ayudarle en momentos de dificultad. Con este tipo de "varitas" encontraban agua los zahoríes y el amor verdadero las Cenicientas del mundo.
Yo ardo en deseos de tener una varita mágica, una de avellano -que, para los druidas celtas, era el árbol del conocimiento-, para eliminar con un movimiento grácil toda la escarcha del invierno y, de paso, esta montaña ingente de exámenes por corregir que parece no acabarse nunca.
Mientras no llega ese don, me consuelo -y no es poca cosa- con la sorpresa de ver los árboles renacidos y con unos versos de Pablo Neruda - señor muy telúrico y muy de brotar por todos sus poros-, en los que habla de lo que pasó el día que encontró una vara de avellano.
SONETO VI

En los bosques, perdido, corté una rama oscura
y a los labios, sediento, levanté su susurro:
era tal vez la voz de la lluvia llorando,
una campana rota o un corazón cortado.

Algo que desde tan lejos me parecía
oculto gravemente, cubierto por la tierra,
un grito ensordecido por inmensos otoños,
por la entreabierta y húmeda tiniebla de las hojas.

Pero allí, despertando de los sueños del bosque,
la rama de avellano cantó bajo mi boca
y su errabundo olor trepó por mi criterio

como si me buscaran de pronto las raíces
que abandoné, la tierra perdida con mi infancia,
y me detuve herido por el aroma errante.

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