Ilustración de Laura Pérez (imagen extraída de: http://bibliocolors.blogspot.com.es/2015/02/contant-contes-illustracions-contando.html) |
Durante
mi tiempo de formación como cuentoterapeuta, he compartido talleres
con algunos (más bien algunas) cuentacuentos. Por mi contacto con
ellos (y ellas), creo que puedo afirmar rotundamente que no son gente
normal. Se nota enseguida. En cuanto llegan a un espacio y,
simplemente, callan y escuchan y siguen sin decir nada, hasta que,
por hache o por be, empiezan. Empiezan a explicar algo - una
historia, una anécdota, lo que sea- y, de pronto, es como si se
iluminaran. Captan la atención sin alzar la voz, vocalizan bien,
dosifican los silencios, las pausas, las vacilaciones, terminan el
discurso en el momento apropiado; nos dejan al resto sin palabras. Si
no sabéis a qué me refiero, o si lo sabéis y queréis deleitaros
un rato, os invito a ver el video que cuelgo a continuación. Lo que
hace Ana
Griott,
manteniendo a un grupo de adolescentes atentos, pendientes de lo que
dice, es magia de primera clase:
Imagino que, como en todo oficio, a los cuentacuentos les supone mucho tiempo y esfuerzo que lo difícil parezca fácil. Y se la juegan bastante, además. Solos frente al peligro, presentes al 100%, preparados para caer en el ridículo si no queda más remedio. Más de uno habrá que lo deje, espantado, y se haga contable -al fin y al cabo, es otra manera de contar-; o paracaidista, que también es arriesgado. Sin embargo, hay otros que insisten y de qué manera. Aquí os dejo un texto precioso de un cuentacuentos convencido, Alberto Sebastián, al que no conozco de nada, pero que ya me tiene atrapada en su hechizo:
Aunque la narración oral, por suerte, no es sólo cosa de profesionales. Malamente o con pericia amateur, todos podemos contar cuentos. Explicar historias graciosas, tremendas, cómicas, increíbles, dolorosas, medicinales. Todos lo hacemos con frecuencia, con tanta verdad como ficción pura y dura, que para algo somos únicos cada uno de nosotros y nuestros cristales de ver la vida. Por eso, hoy que es el Día Mundial de la Narración Oral, os propongo que contéis un cuento, al menos uno, basado en hechos reales o inventados, con la única condición de ser conscientes del peso, el color y el valor de cada palabra que salga de vuestros labios. A ver qué pasa. ¡Tal vez también se produzca ESA magia!.
Precioso Sofia. Yo que tengo la gran suerte de conocer en persona a Ana Griott y a Alberto Sebastian y que comparto su oficio no puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo de cuento princesa.
Gracias por escribir, Carmen. Me encanta Ana Griott, tiene una gran sabiduría. Espero poder verla en directo algún día. Lo mismo a Alberto Sebastián, del que sólo he visto cachitos de video en su web (es súper gracioso). Mientras tanto, no me puedo quejar porque he tenido en la formación de Cuentoterapia muestras muy buenas de lo que es el trabajo de un cuentacuentos. Esa voz tuya, Carmen...¡qué manera de ponerse al servicio de la historia!.Siempre me ha gustado.
EliminarGracias por difundir este gran día!
ResponderEliminarQue jamás pase de moda el contar cuentos, el contarnos los unos a los otros, historias reconfortantes, estimulantes, repetidas, nuevas, pero siempre como lazo de cariño a los demás y a nuestra menoria
Gracias por tu blog. Siempre������
¡Gracias, Laura! Estoy tan contenta de poder compartir algo que me gusta tanto y que haya personas a la que os guste también. Es una de las cosas que más satisfacciones me da y me pongo de malhumor cuando veo que no tengo tiempo para escribir más a menudo. ¡Gracias SIEMPRE por tu apoyo! :)
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