Ilustración de André Neves
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Cada día que pasa creo menos en los cuentos chinos y más en los cuentos a secas. Esas teorías en boga sobre moldear el futuro a fuerza de visualizaciones, confiar en los milagros y en que tus deseos se cumplirán si (y sólo si) los formulas de cierta manera (¡no uséis el adverbio “no”, por Dios!) se me están empezando a atragantar. Llamadme descreída, pero para mí es evidente que todo el Universo NO conspira para que se cumplan nuestros sueños (en mi barrio, por lo menos, no conspira mucho).
En los cuentos de hadas, en cambio, sí
que creo. Los protagonistas de esas historias se enfrentan a retos
muy difíciles (orfandad, pobreza, abandonos en el bosque, madrastras
asesinas, bestias mitológicas, encantamientos y maldiciones, entre
otros). Pero salen victoriosos. Y eso es gracias, fundamentalmente, a
que: a) se mantienen fieles a su propósito -el que sea-, b) son
amables y, por ello, encuentran aliados que les ayudan y c)
aprovechan las oportunidades en cuanto surgen.
Yo, a estas alturas de mi vida, ya
probé lo de invocar a los espíritus y escribir mi lista de deseos
en papelitos la noche de Fin de Año, así que ahora creo más en este
modo de proceder, a lo Pulgarcito, a lo Juan de las habichuelas mágicas.
Todo esto lo digo porque mañana
sonarán las doce campanadas para Vanessa Ravira y sabremos por fin si
La ciudad de los amantes, su primera novela, va a poder
publicarse o no.
Yo espero (y supongo) que sí, porque a
Vanessa madera de heroína de cuento -perseverante, amable y decidida- no le falta.
Pero, por si acaso aún necesita un
ayudita, aquí tenéis el enlace de la campaña de crowdfundind en la
que todavía podéis participar, porque ser hados padrinos y hadas
madrinas, de vez en cuando, también hace ilusión.
¡Ay, Vane! ¡Qué ganas de que La ciudad de los amantes sea libre y sea libro!!!
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