sábado, 30 de mayo de 2015

Azul oscuro y misterioso

Ilustración de Phoebe Walh


"Ahora, cuando aún no se ha terminado del todo la primavera es cuando se siente más la tierra. Desde aquí veo cuántas y cuántas clases de verde hay en ella, y las extrañas hojas de color de rosa ; cuadrados amarillos, rojos y otros de un azul oscuro y misterioso, que hace pensar. Miro y miro la tierra, y cuando más la miro creo que comprendo mejor a todos los que me rodean […]. He visto cómo la trabajan los padres de Nin, sus tíos, sus primos y todos los hombres y todas las mujeres de la aldea. Me gusta ver la reja del arado, hundiéndose […]. [Los campesinos] siempre están muy preocupados con el cielo, porque todo lo de la tierra depende de él".  




domingo, 17 de mayo de 2015

Una palabra enorme

Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920- Montevideo, 2009) tenía un nombre muy largo: Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. Ahí es nada. Llamándose así, era inevitable que acabara perteneciendo a la nobleza; aunque fuera a ésa que no ostenta insignias ni escudos de armas. La nobleza de Mario era la de un hombre entregado a las causas más elevadas -el amor, las mujeres, la vida-, y hoy, cuando se cumplen seis años de su desaparición,  creo que merece la pena recordar su herencia -la que nos dejó a todos los que estamos y a los que vendrán-. Para ello he elegido un texto suyo que utilizo a veces con mis alumnos para introducir conceptos como polisemia, sinonimia o, simplemente, la importancia de las mayúsculas. Considero que "Benedetti" es una palabra enorme, que, entre otras, tiene la facultad de hacernos sentir acompañados. Por eso quiero que mis alumnos la conozcan. Por eso y porque nunca está de más amigarse con un noble verdadero.


 Boceto a lápiz para  "Murales por la Identidad"- mural realizado para Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba -, 2011 . Ilustración de Gisela Zontella 

Beatriz (Una palabra enorme) 
Libertad es una palabra enorme. Por ejemplo, cuando terminan las clases, se dice que una está en libertad. Mientras dura la libertad, una pasea, una juega, una no tiene por qué estudiar. Se dice que un país es libre cuando una mujer cualquiera o un hombre cualquiera hace lo que se le antoja. Pero hasta los países libres tienen cosas muy prohibidas. Por ejemplo matar. Eso sí, se pueden matar mosquitos y cucarachas, y también vacas para hacer churrascos. Por ejemplo está prohibido robar, aunque no es grave que una se quede con algún vuelto cuando  Graciela, que es mi mami, me encarga alguna compra. Por ejemplo está prohibido llegar tarde a la escuela, aunque en ese caso hay que hacer una cartilla mejor dicho la tiene que hacer Graciela, justificando por qué. Así dice la maestra; justificado. 
Libertad quiere decir muchas cosas. Por ejemplo, si una no está presa, se dice que está en libertad. Pero mi papá está preso y sin embrago está en Libertad, porque así se llama la cárcel donde está hace ya muchos años. A eso el tío Rolando lo llama qué sarcasmo. Un día le conté a mi amiga Angélica que la cárcel en que está mi papi se llama Libertad y que el tío Rolando había dicho que era un sarcasmo y a mi amiga Angélica le gustó tanto la palabra que cuando su padrino le regaló un perrito le puso de nombre Sarcasmo. Mi papá es un preso, pero no porque haya matado o robado o llegado tarde a la escuela. Graciela dice que papá está en libertad, o sea está preso, por sus ideas. Parece que mi papá era famoso por sus ideas. Yo también a veces tengo ideas, pero todavía no soy famosa. Por eso no estoy en Libertad, o sea que no estoy presa. 
Si yo estuviera presa, me gustaría que dos de mis muñecas, la Toti y la Mónica, fueran también presas políticas. Porque a mi me gusta dormirme abrazada por lo menos a la Toti. A la Mónica no tanto, porque es muy gruñona. Yo nunca le pego, sobre todo para darle ese buen ejemplo a Graciela. 
Ella me ha pegado pocas veces, pero cuando lo hace yo quisiera tener muchísima libertad. Cuando me pega o me rezonga yo le digo Ella, porque a ella no le gusta que la llame así. Es claro que tengo que estar muy alunada para llamarle Ella. Si por ejemplo viene mi abuelo y me pregunta dónde está tu madre, y yo le contesto Ella está en la cocina, ya todo el mundo sabe que estoy alunada, porque si no estoy alunada digo solamente Graciela está en la cocina. Mi abuelo siempre dice que yo salí la más alunada de la familia y eso a mí me deja muy contenta. A Graciela tampoco le gusta demasiado que yo la llame Graciela, pero yo la llamo así porque es un nombre lindo. Sólo cuando la quiero muchísimo, cuando la adoro y la beso y la estrujo y ella me dice ay chiquilina no me estrjes así, entonces sí la llamo mamá o mami, y Graciela se conmueve y se pone muy tiernita y me acaricia el pelo, y eso no sería así ni sería bueno si yo le dijera mamá o mami por cualquier pavada.
O sea que la libertad es una palabra enorme. Graciela dice que ser un preso político como mi papá no es ninguna vergüenza. Que casi es un orgullo. ¿Por qué casi? Es orgullo o es vergüenza. ¿Le gustaría que yo dijera que es casi vergüenza? Yo estoy orgullosa, no casi orgullosa, de mi papá, porque tuvo muchísimas ideas, tantas y tantísimas que lo metieron preso por ellas. Yo creo que ahora mi papá seguirá teniendo ideas, tremendas ideas, pero es casi seguro que no se las dice a nadie, porque si las dice, cuando salga de Libertad para vivir en libertad, lo pueden meter otra vez en Libertad. ¿Ven como es enorme?

Prueba de color para  "Murales por la Identidad"- mural realizado para Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba -, 2011 . Ilustración de Gisela Zontella 

sábado, 9 de mayo de 2015

El rey que bordaba estrellas

Ilustración de Victor Jaubert para El rey que bordaba estrellas (Ed. Diego Pun Ediciones, 2013)

Hace una semana, os hablé de Escritos en la corteza, un libro que había encontrado casualmente sobre una mesa de nuestro Departamento y que había decidido llevarme a casa para leerlo durante el Puente de Mayo. El libro me gustó mucho, lo leí en un suspiro, y de inmediato publiqué en este blog una pequeña reseña para recomendarlo. Luego, ese mismo fin de semana, se celebraba un Festival del Cuento cerca de donde vivo y para allí me fui, pero las entradas volaban y el primero de los dos días del evento no pude acudir a ninguna sesión de cuentacuentos, a ningún taller ni conferencia. El domingo, en cambio, tuve más suerte y encontré un pase, sólo uno, para asistir a la actuación de un señor llamado Ernesto Rodríguez (ummm, ese nombre...). Me pareció un cuentacuentos muy bueno, fino y nada artificioso, y con unas historias preciosas en su repertorio  -algunas creadas por él y otras recopiladas-. Volví a casa pensando que qué suerte había tenido: en un mismo fin de semana, ración doble de cuentos, unos escritos y otros contados de viva voz, todos bonitos, elegantes, con algo que me recordaba vagamente a los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga, o, más bien, a la sensación que yo de niña tenía cuando leía al escritor uruguayo, sin saber nada de él ni de su mundo, sin saber lo que era un yacaré ni haber visto nunca una tortuga gigante. La sensación, sí,  de que alguien te coge de la mano y te lleva muy lejos y cuando la historia termina es como si regresaras de un viaje. 

Como habréis adivinado, nunca podría ganarme la vida como detective porque Escritos en la corteza y el cuentacuentos al que pude ver poco después de leer ese libro son la misma persona. El mismo Ernesto. Un señor, por cierto, muy conocido en el mundillo de los narradores orales, por ser, entre otras cosas, fundador y actual director del Festival Internacional del cuento de Los Silos, en Santa Cruz de Tenerife. Cada vez que me acuerdo de que llevaba su libro en mi mochila mientras intercambiaba con él unas palabras tras su actuación y no le pedí que me dedicara la obra ni le hice ningún comentario de fan, me doy un poco de rabia. Pero, bueno, al menos puedo decir que le he visto en acción y certifico la impresión que me dieron sus cuentos publicados:  tras la sencillez aparente de sus relatos, hay mucho oficio y un espíritu amable y generoso. Os dejo un video que he encontrado en YouTube donde se le entrevista, para que también vosotros le conozcáis y, si os cruzáis con él mientras leéis alguno de sus cuentos, no os pase como a mí.



Y, ya de paso, os sugiero busquéis un álbum ilustrado titulado El rey que bordaba estrellas (los dibujos son obra de Victor Jaubert -¡qué estupenda página-web la suya!-). Allí Ernesto Rodríguez Abad nos explica la peripecia de un rey que, en lugar de dar órdenes, guerrear o acumular tesoros, prefiere bordar y crear mundos maravillosos. Es un rey muy valiente, claro,  porque reina desde el corazón y conoce el poder secreto de las palabras (para los maestros: aquí encontraréis algunas propuestas de explotación didáctica del cuento).  Pero mejor que os lo presente el propio Ernesto:

viernes, 1 de mayo de 2015

Comieza de nuevo

"Cantos en el árbol", pintura sobre tabla de Paz Aguado

LOS  ÁRBOLES

Los árboles ya dan retoños
como algo no del todo dicho;
brotes recientes, calmos, se dispersan
en un verdor que es casi una pena.

¿Es acaso que vuelven a nacer
y nosotros declinamos? No, pues también ellos
mueren. El repetido ardid de renovarse
queda escrito en anillos de madera.

Y sin embargo, incansables, cada mayo
los castillos se desgranan en plena densidad.
Ha muerto un año, parece que dijeran;
comienza, comienza tú también de nuevo.

Philip Larkin (Traducción de Marcelo Cohen)

PD: Si os gustan los árboles y sus historias, os recomiendo los trece cuentos -cada uno de ellos dedicado a un árbol distinto y todos estupendos- que Ernesto Rodríguez Abad incluye en Escritos en la corteza (Ed. Alfaguara Juvenil, 2013). Estos relatos arbóreos para chicos -a partir de 12 años- se leen en lo que tarda en caer una hoja y tienen el valor añadido de estar acompañados por unas impecables ilustraciones de Ester García.  Aconsejo especialmente leerlos durante el curso de un paseo por el campo o las montañas. Puede que si lo hacéis así, cuando veáis un árbol, descubráis lo que Rodríguez Abad explica en "Baobab. La vida secreta": "Todos miraban al árbol con veneración. Sabían que era el que guardaba las historias del anciano narrador, su corazón era un cofre que encerraba el tesoro de la humanidad: las palabras que cuentan lo que hemos sido".  (Escritos en la corteza, pág. 93).