miércoles, 29 de julio de 2015

Meterse en un jardín

Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita. (...)

Siempre me ha gustado la locución "meterse en un jardín" para expresar que nos adentramos en vericuetos dialécticos confusos. Lanzo la hipótesis de que se trata de una reminiscencia de lo  que les ocurre a los personajes de los cuentos cuando entran en el bosque. Es decir, de lo que les ocurre cuando se pierden para encontrarse. Aquí os dejo algunas reflexiones al respecto, aprovechando que con este calor es más fácil vagar y divagar que centrarse:

Ilustración de Ellen Surrey (imagen procedente de
https://www.pinterest.com/pin/156640893265495487/)
"Al ir "donde le llevan sus piernas", el héroe (o la heroína) llega a un bosque oscuro e impenetrable. El bosque es un accesorio constante de la maga. Pero no solo: también en los cuentos en que falta la maga, el héroe o la heroína llegan inevitablemente al bosque. El héroe del cuento, sea el príncipe, la hijastra expulsada del hogar o el soldado desertor, se encuentra invariablemente con un bosque, y, además, en él dan comienzo sus aventuras. Este bosque no se describe nunca con más detalles. Es densísimo, oscuro, misterioso, un poco convencional, no del todo verosímil (...)".
 
"En muchos cuentos europeos, el hermano que parte hacia lo desconocido se encuentra pronto en un bosque oscuro y frondoso, en el que se siente perdido tras haber abandonado la vida segura del hogar paterno y sin haber construido aún las estructuras internas que se desarrollan únicamente bajo el impacto de experiencias vitales que, en cierto modo, tenemos que dominar por nosotros mismos. Desde tiempos inmemoriales, el bosque en el que nos perdemos ha simbolizado el mundo tenebroso, oculto y casi impenetrable de nuestro inconsciente. Si hemos perdido el marco de referencia que servía de estructura a nuestra vida anterior y debemos ahora encontrar el camino para volver a nosotros mismos, y hemos entrado en ese terreno inhóspito con una personalidad aún no totalmente desarrollada, cuando consigamos salir de ahí, lo haremos con una estructura humana muy superior (...)".
 
"El mundo es un bosque, en el que todos pierden su forma, aunque por camino diferente cada uno".
 George VILLIERS (1592- 1628)

 

domingo, 12 de julio de 2015

Una piedra en el camino...y algunos árboles

Imagen procedente de http://www.mistrucosparaeducar.com/

Me voy a caminar. En concreto, me voy a recorrer un trecho del Camino de Santiago, sobre el que, gracias a mis alumnos y a nuestras lecturas, soy casi una experta, como ya sabéis los que léeis el blog.  La  pena es el "casi", porque entre la teoría y la práctica seguro que habrá diferencias que pagaré con sudor y ampollas en los pies. Son las inevitables  piedras del camino (del Camino, en este caso) y me conformo con no tropezar dos veces con la misma.  Aparte de eso, también espero regresar  con algunas historias y puede que con unos pocos cantos rodados para decorarlos a mi regreso, como éstos de las fotos que veis aquí al lado. Sirven para crear historias y se pueden pintar o, si no se os da bien el dibujo, se les pueden pegar adhesivos. Son una versión rudimentaria de dados como éstos o de los Story Cubes de la marca Asmodee. Si afilamos la imaginación seguro que dan para mucho. 

Además de piedras, por supuesto, deseo encontrar a lo largo de la ruta muchos árboles (muchos, muchos, porque el sol de julio es furibundo) y eso me trae a la memoria el inventario de árboles mágicos que el escritor orensano Víctor González incluye en su libro El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles), una compilación de historias  que os recomiendo precisamente a modo de sacapuntas de la imaginación porque está lleno de ideas disparatadas y desenlaces insólitos. Ahí va la lista:
 
Los diez árboles mágicos
 
Los diez árboles mágicos son los siguientes:
El Falso Tugup de la isla de Manila. que da sombreros de paja perfectamente trenzados en distintas tallas.  
El Talingaham o Árbol Orejudo, que oye todo lo que se dice.
El Artocarpus, que da hogazas de pan bien cocidas.
El Nonoc, que no crece en la tierra sino en el aire.
El Pao de Ferro, una especie muy apreciada por los portugueses e imposible de talar.
El Sua, un tipo de Naranjo cuyos frutos son del tamaño de melones pero más pequeños.
El Árbol del Viajero de Madagascar que, como todo el mundo sabe, da agua potable.
El Silot, cuyas semillas de color azul tienen dentro un trozo pequeño de cielo.
El Buai, que da piedras y se utiliza en construcción.
Y por último, el Carraspiques Gigante, que no muere jamás y cuyas hojas cuando caen al suelo echan a andar y se van a descubrir el mundo.

miércoles, 1 de julio de 2015

La mejor estación

¿Es el verano el mejor momento del año?  Ummmm, no lo sé. Pero, al menos, sí es cierto que esta estación nos brinda la oportunidad de mirar con otros ojos lo que nos rodea, descansar de la rutina y renovarnos un poco a nosotros mismos. Por eso hoy he querido traeros una pequeña muestra de la obra de Olga Kvasha (Lutsk, 1976), una artista ucraniana a la que descubrí hace tiempo en uno de mis paseos virtuales.
Siempre me han gustado las láminas de botánica y de niña disfrutaba mucho con los libros de cuentos cuyas ilustraciones retrataban el paisaje con detalle, en las que se podían distinguir diversos tipos de flores y la forma de las hojas de los árboles. Todavía ahora puedo pasar horas entrenida con ese tipo de dibujos y por eso me encantan los cuentos ilustrados por Angela Barrett, aunque sean de un virtuosismo que a algunos les parece pasado de moda. Las pinturas de Olga, como las ilustraciones de la gran artista inglesa,  invitan a detenerse y a observar y eso supone un buen entrenamiento para la vida.
     
Olga Kvasha, THE SUN

Olga Kvasha, APPLES ON THE GRASS

Flores en primavera, la luna en otoño, una brisa fresca en verano, nieve en invierno. Si tu mente no está ocupada de cosas innecesarias, ésta es la mejor estación de tu vida.
Olga Kvasha, AUTUMN IN MY TOWN
 
Olga Kvasha, A WINTER SHELTER