sábado, 16 de abril de 2016

Reptilianos

Ilustración de Mr. Wonderful
Se acerca Sant Jordi y, por estos lares, pronto empezaremos a ver representaciones del dragón, la princesa y el mismísimo San Jorge aliados en su campaña por hacernos comprar libros y rosas. Y, como cada año, apuesto a que muchas de estas imágenes no serán fieles a la leyenda original, sino que mostrarán variantes en las que la chica acaba prefiriendo al dragón como compañero y ambos viven un idilio envueltos en flores y poesía; mientras el caballero, entendido como emblema de valores anticuados, se queda compuesto y sin novia. Algo así:

Ilustración extraída del blog de XuxuLanstrum (autor desconocido)
Respecto a esto -y aunque he elegido ilustraciones que, de hecho, me gustan y me parecen graciosas (como la de la estupenda Anna Llenas)-, me gustaría compartir algunas ideas sobre los dragones, tal y como esta figura se aborda  en la Cuentoterapia. Más que nada porque hay características inherentes al simbolismo del dragón en Occidente (en Oriente es otra cosa) que se manifiestan en nuestra sociedad de una forma muy dañina para todos. Si pensamos que hay verdad en los cuentos (y  yo lo pienso), no podemos ignorar las advertencias que se nos hacen en esas historias sobre los dragones.


Ilustración de Anna Llenas
Es curioso, pero casi se diría que existe una voluntad explícita de tergiversar la iconografía del dragón y hacernos creer que, en realidad, se trata de una criatura incomprendida; algo así como el monstruo de Frankenstein o el jorobado de Notre Dame, que son antihéroes románticos que sufren la soledad que les impone una sociedad estrecha de miras que primero les teme y después les margina.
Pero en la cuentística tradicional (y también en obras contemporáneas fieles a ella como El Hobbit de JRR Tolkien o Un mago de Terramar de Ursula K. Le Guin), el dragón no tiene nada que ver con eso. Los dragones no son animales inocentes, ni enemigos "honorables" a los que se  les puede conceder el beneficio de la duda. Por contra, son seres insaciables que arrasan aldeas y acumulan tesoros, que desean poder y lo logran a través de infundir miedo. A un dragón no se le puede domesticar, ni se le puede domar como si fuera un caballo (aunque Cómo entrenar a tu dragón es una película que os recomiendo si estáis adiestrando a una mascota o tratando con un fantasma personal que necesita atención para dejar de causar estragos).

Fotograma de How to Train Your Dragon (Cómo entrenar a tu dragón),  DreamWorks Animation, 2010

Los dragones tienen aspecto de reptil y lo que a mí me han enseñado es que ese aspecto es coherente con lo que representan:  la parte primaria de nuestra mente que ha venido llamándose "cerebro reptiliano". El cerebro reptiliano es  el lugar donde se originan los instintos más básicos, los que tienen como finalidad la propia supervivencia, sin ninguna elaboración ni componente racional o sentimental. Comer, dormir, aparearse, huir o atacar. Lo que el cerebro reptiliano sabe viene de serie, no es aprendido. Y, sin duda, es muy útil, imprescindible; pero un ser humano es también inteligencia, raciocinio, emociones, sentimientos y todas esas informaciones y habilidades que vamos incorporando a medida que creamos vínculos con nuestros semejantes y adquirimos experiencias. El dragón de los cuentos tradicionales no siente empatía, no siente piedad; es astuto y rapta a las doncellas ( véase aquí para leer acerca del arquetipo de la doncella).

Ilustración de Rocío Bonilla para Sant Jordi a la cova del drac, Ed. Baula, 2014.

Claro que siempre podemos justificar la conducta de un dragón alegando que, al fin y al cabo, "lo han dibujado así". O podemos pensar que no es para tanto y  que, con paciencia y cariño, seguro que conseguiríamos que tuviera un comportamiento aceptable. Pero ésa no la clase de soluciones que nos proponen los cuentos populares y las leyendas. En ellos lo que se nos explica  es que, ante un dragón, no queda más remedio que usar la espada y cortar por lo sano. 

Veamos un ejemplo tomado de la realidad que tal vez permita entenderlo mejor. Pensad en alguna de  esas empresas multinacionales que tienen su sede en Estados Unidos o Europa (la cueva donde el dragón acumula sus riquezas), pero ha instalado sus fábricas en países donde, en connivencia con las autoridades locales, puede imponer a los empleados -muchos de ellos menores (doncella)- unas condiciones laborales auténticamente "draconianas" (que comprenden medidas tales como horarios extenuantes, sueldos de miseria o, incluso, despedir a las mujeres durante la menstruación para que no pierdan tiempo yendo al baño). Estas empresas actúan exactamente como un dragón de cuento: arrasan la aldea, queman bosques, envenenan el agua, van dejando un reguero de destrucción por donde pasan. Son voraces, no cooperan ni negocian sino que encadenan y esclavizan. Su capacidad para causar destrozos -en lo personal y en lo social- es enorme. En esa situación, definitivamente, lo que hace falta no son buenas palabras ni comprensión con esos empresarios que, en el fondo, son buenas personas y adoran a sus hijos. Lo que hace falta es un caballero que deshaga entuertos y no permitir de ninguna manera que el bicho se vaya de rositas.

Ilustración de Daniela Violi
Por otra parte, un caballero no es, en su sentido arquetípico, una figura patriarcal que salva damiselas para obtener prestigio y posicionarse como macho alfa dentro de su comunidad.  Un caballero es alguien que personifica unos valores que incluyen la defensa de los más débiles y el rescate de las cualidades del ánima (según Carl Jung, el ánima es el aspecto femenino presente en el insconciente colectivo, algo que tanto hombres como mujeres debemos encarnar y desarrollar para ser individuos plenos, realizados). Un caballero de nuestros días no tiene porqué ser un tipo cachas armado hasta los dientes; de hecho, es posible que -siendo hombre, mujer o, incluso, niño o niña- se parezca bastante a don Quijote, ese noble defensor de las causas perdidas. Un@ abogad@ de derechos humanos o es@ alumn@ que se atreve a denunciar un caso de bulling contra un compañero serían, en ese sentido, caballeros, pues demuestran valentía, lealtad y compromiso con la justicia.

Ilustración de Joan Turú
Hay muchas más cosas que quisiera explicaros sobre el simbolismo del dragón y lo mal que me parece que se le presente como un ser digno de compasión, una especie de osito panda en vías de extinción al que hay que proteger de las ínfulas de grandeza de un fanático. Quizá le dedique otro post en el futuro. Por lo pronto, un último apunte, un ruego más bien: si os encontráis por ahí con un dragón, de los que escupen fuego (llámalo fuego, llámalo insultos y falta de respeto); destrozan vuestro hogar (llámalo hogar, llámalo autoconfianza), os roban vuestros tesoros (los de verdad, los interiores) y raptan a la doncella libre y hecha para la alegría que todos llevamos dentro, no lo dudéis: escapad, pedid auxilio, buscad ayuda y, sobre todo, devolvedle poder a vuestro caballero y a su espada.

7 comentarios:

  1. Hola Llumeneta.
    Quiero felicitarte por tu blog, que acabo de descubrir y deseo seguir desde ya.

    Pero también, y sobre todo, quiero agradecer la claridad con la que expones aspectos como este. Amo los cuentos. Y sé que a veces es difícil encajar las piezas de la tradición oral, antiquísima como la humanidad, en nuestro presente. Pero es necesario darle la voz que necesita y no tergiversarla como estamos ya más que acostumbrad@s a ver.

    Una vez más gracias. Leerte me ha alegrado enormemente.

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  2. Hola, Judith.
    Me ha hecho mucha ilusión leer tu comentario. He dedicado al blog tiempo y energía, a veces con la sensación de que no valía la pena (más allá de lo divertido o enriquecedor que fuera para mí aprender sobre cuentos y autores). Ahora que descubro los comentarios sobre entradas de hace unos meses me doy cuenta de que es justo como nos enseñan los cuentos: hace falta tiempo, perseverancia, superar algunas pruebas, andar el camino hasta dar con las personas adecuadas.
    Ahora no escribo mucho. Tengo trabajo (de profesora, pero también en mi postgrado. Además mi madre se ha puesto enferma y es importante para mí dedicarle tiempo), pero sigo leyendo cuentos y comprando álbumes ilustrados. Así, cuando vuelva, supongo que sabré más cosas sobre los cuentos y sobre la vida.
    Un saludo y gracias por tus palabras.

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  3. Hay otras teorías (puedes leerlas en las obras de Casilda Rodriganez, tiene sus libros colgados en su web) que dicen que el dragon simboliza la sexualidad de la mujer (por el movimiento sinuoso, que es parecido al del útero) y que muchísimas religiones tienen leyendas en las que se nos advierte de los peligros de esa sexualidad por el miedo que se tenia a que las mujeres la vivieran libremente (por eso se busca a un caballero de brillante armadura y con grandes valores para que "mate" a esa sexualidad y "salve" a la princesa). Vaya, que la leyenda de San Jordi básicamente habla de la dominación masculina a través de la castración simbólica de la sexualidad femenina...

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    1. Hola, Sandra. No conocía esta teoría. Ahora buscando un poco por internet veo que es muy interesante la trayectoria de esta mujer, Casilda Rodriganez. Gracias por compartirlo.

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  4. Casilda Rodrigañez: https://www.youtube.com/watch?v=m2vg82lz1rI Vale la pena escuchar lo que dice, desde luego.

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  5. Holaa, gràcies per aquest bloc!! Sento que està molt ben explicat i m'ha encantat com escrius, només volia donar-te les gràcies i ferte saber que en la meva opinió escrius de maravella!!!! He arribat aquí buscant informació complementaria de les hipnosis de William Criado, recomano invesitgar és molt bona informació!!

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    1. Oh! Moltes gràcies!!! La veritat que vaig deixar d'escriure al blog fa anys, però és molt agradable saber que encara hi ha gent que el llegeix. Miraré això que em comentes de la hipnosi. És el primer cop que en sento parlar. M'encanta també que arrel del blog encara puc descobrir coses noves. Molt agraïda!

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