lunes, 6 de enero de 2014

Carbón de azúcar

 MELCHOR, GASPAR Y BALTASAR 
Oriente-Así-En-General

Queridos Reyes Magos:

Os escribo un poco tarde. Lo sé y me disculpo. Ocurre que en mi casa siempre fuimos republicanos y, además, no sabemos lo que es la mirra, así que nunca nos acordamos de vosotros hasta que vemos el gentío en la calle y las jugueterías abiertas a las once de la noche. Pero conste que a mí, como a Juanjo Saez -véase El arte. Conversaciones imaginarias con mi madre (Mondadori, 2006), capítulo 18-, el Día de Reyes me parece un happenning interesante y pongo los zapatos en el balcón por si acaso.

Ilustración de Miguel Ángel Cuesta
Creo que es bonito escribir cartas a seres imaginarios y echarlas al correo con la seguridad de que nuestras peticiones serán atendidas (eso es más de lo que ocurre en muchos casos con mensajes dirigidos a personas de carne y hueso) y apruebo que en la cabalgata se arrojen toneladas de caramelos porque así todos pillan cacho y se evitan frustraciones como las que provocaba en los chavales de mi generación no conseguir nunca el balón de Nivea.
Lo único malo que yo le veo a este día es que algunas personas, llevadas por el entusiasmo, compran en grandes superficies cosas feas a pilas que atrofian la imaginación del más pintado. El capitalismo full time es lo que tiene, que se apropia de las tradiciones y nos llena la casa de trastos (de las desigualdades sociales hoy no hablamos).
En fin. Antes de que se me vaya el santo al cielo y vosotros volváis a Oriente -espero que a un sitio agradable de Oriente-, os diré que he sido bastante buena este año -este año no, el pasado-, aunque en abril experimenté algunos estallidos de rabia, en agosto protagonicé un episodio vergonzoso y a finales de octubre se me olvidó pagar la cuenta en un bar. En cualquier caso, poca cosa. Por ello quería pediros estos regalos:
  • Aprender a contar cuentos con voz de ensueño, tal que así.
  • Ser aguda, graciosa y decidida como las protagonistas de Noche de Reyes de William Shakespeare.
  • Que a ningún niño le entren ganas de hacer pis por la noche sin tener a mano este libro.
  • Que -como pasa en El rey Gaspar  de Gabriel Janer Manila (1ªedición en Ed. La Galera, 1975)- los reyes Gaspar de este mundo encuentren un final feliz (y, si se puede, que yo lea más relatos como ése, tan bonitos y bien escritos, aunque sean del año catapún).
  • Tener trabajo y explicarles a mis alumnos que Rubén Darío también os dedicó un poema.
  • Tener salud, estar contenta, estar agradecida y vivir un amor entregado como el de Delia y Jim en El regalo de los Reyes Magos (aunque O. Henry tuviera una vida desgraciada nos legó grandes pequeñas historias).  
Y nada más. Bueno, sí, claro, que ganen los buenos y no sólo en el fútbol.
Buen viaje, dejad descansar a los camellos.
Besos XXX

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