viernes, 10 de enero de 2014

La vida de palacio

Ilustración de Xulia Barros
Estreno casa. Y no es de alquiler...Como nunca creí que esto fuera a ocurrir, todavía me despierto por las mañanas mordiéndome los labios y pensando ¡caray! ¡qué suerte tengo!. Rodeada de cajas y de cables, trato de imaginarme cómo será la vida aquí cuando estas paredes desnudas ya no me sean extrañas. El piso es antiguo y luminoso, con un balcón que da una calle arbolada y sin demasiado tráfico. Realmente me encanta el sitio, pero queda mucho por hacer antes de que esto sea MI casa de veras. De momento, paseo por las habitaciones y saludo a los fantasmas (habrá que irse conociendo) y duermo en un colchón en el suelo que cambio de posición cada día.
 
Esto me hace pensar en el final de muchos cuentos, cuando el héroe o la heroína culmina su aventura instalándose en un palacio, que es un hogar bien distinto de la cabaña en el bosque, el molino o la consabida “humilde morada” de la que había salido. Los cuentos nos presentan realidades simbólicas y el palacio es una representación de un estadio superior de la consciencia a la que el personaje accede gracias a haber superado satisfactoriamente las pruebas a que se ha visto sometido. Pocas veces en esas historias se menciona cómo es la vida en palacio, ya que eso carece de importancia (salvo que sea un falso palacio, una cárcel o una trampa -como en Barba Azul, por ejemplo-). Nos imaginamos el lujo y el boato, pero los detalles sobre las rutinas son escasos, si no nulos.
 
Pero hay al menos un cuento en el que sí se describe cómo es la suntuosa vida de muros para dentro. Puede que no sea casualidad que, en su versión más conocida, la historia nos haya sido legada por una mujer, Jeanne Marie Leprince de Beaumont (Ruan, 1711- Chavanod, 1780), una mujer, además, poco convencional para la época. Me refiero a La bella y la bestia, un cuento precioso del que hablaré algún día. De momento, quiero centrarme sólo en este pasaje, el del momento en que Bella llega a la morada de la Bestia creyendo que va a ser devorada por el monstruo a las pocas horas:

Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo no podía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escrito sobre una puerta:
Aposento de la Bella
La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.
 (Fragmento procedente de la versión incluida en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/leprince/la_bella_y_la_bestia.htm)

En algunas versiones que circulan por internet, Bella pasa sus días bordando junto a una chimenea, aguardando la visita nocturna de la Bestia (lo cual, tal vez, se asemeje más a como era la vida de las mujeres en el siglo XVIII), pero a mí me encanta el detalle de rodear a la protagonista de estímulo intelectual, esto es, de lo que a ella “le hacía la vida placentera”. A partir de ese instante, la existencia de la muchacha trascurre entre lecturas, conciertos y paseos por el jardín, amén de las agradables cenas con la Bestia, en las que ambos se tratan como iguales.
En su aposento, Bella encuentra además un espejo mágico (un espejo siempre muestra la verdad, aunque, en este caso, le sirve a la protagonista para ver la verdad lejana de lo que ocurre en la casa familiar que ha tenido que abandonar para salvar la vida de su padre) y no está realmente prisionera, pues, en cuanto solicita ir a visitar a los suyos, al instante se le concede su deseo.
En resumen, Bella es feliz en palacio, pero no por el lujo y las comodidades, sino por el placer de dedicar el tiempo a lo que le gusta, porque en ese hogar crece y se la respeta y, por supuesto, por la compañía.
 
Mi casa no es un palacio, el espejo del baño no es mágico (¡más quisiera!) y la única bestia que hay en los alrededores soy yo cuando me enfado con el técnico del gas por sus tarifas desorbitadas, pero aspiro a que mi vida aquí sea como la de Bella, una vida agradable donde los deseos maduran y se cumplen llegada su hora. ¡Ah! Y la biblioteca. ¡Ah! Y la música....


2 comentarios:

  1. De momento, propietaria. Cuando me toque ser presidenta de la comunidad de vecinos, seré bruja directamente.

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