viernes, 4 de julio de 2014

En el Camino

Durante gran parte de este curso, he sido profesora en 1º de ESO, lo que me ha encantado porque los 12-13 años es una edad complicada pero muy interesante. En estos meses, me he reído, me he sorprendido y me he enfadado; casi todos los días ha habido ratos difíciles y otros memorables. Hoy, de hecho, quiero hablaros de una lectura que nos ha proporcionado, a partes iguales, buenos y malos momentos. Malos porque el libro no ha entusiasmado precisamente; y buenos porque hasta de una obra que no ha gustado demasiado hemos aprendido mucho. Me refiero a El herrero de la luna llena de María Isabel Molina .

El libro, como digo, ha gustado regular y yo creo que parte de este desinterés en la lectura se debe a que el argumento está muy al servicio de la voluntad didáctica: entretiene lo mínimo, la intriga es bastante convencional. Pero la autora ha situado la acción en el  Camino de Santiago y eso sí ha suscitado el interés de los alumnos. Todo el mundo sabe que hacer una larga travesía en un medio de transporte no motorizado es una aventura. No importa lo que pase: estás en el camino (en el Camino), con un equipaje mínimo, contemplando paisajes nuevos, a merced de las inclemencias del tiempo, bañándote en el río y durmiendo al raso si hace falta...
Sobre esa situación hipotética pero posible, empezamos a trabajar y aprendimos cómo se vestía y se viste hoy en día un peregrino (y de paso qué es una peregrinación, ya sea a Santiago o a La Meca -eso nos lo explicó Fátima-), qué conviene llevar en la mochila (calculando la carga que alguien de nuestro peso y estatura podría soportar para avanzar a buen ritmo y teniendo en cuenta cómo habría que organizarse en un grupo para transportar todo lo necesario -hubo muchas discusiones, y abucheos para los que propusieron llevar únicamente la tarjeta de crédito de sus padres en un lugar donde no hay cajeros-). Vimos fragmentos de un reportaje sobre las impresiones de unos viajeros actuales y Silvia trajo fotos y nos contó cómo es hacer el Camino en bici, a partir de los recuerdos de su padre. También vimos algunas escenas de The Way y Alex convenció a su profesor de repaso para que nos prestara su credencial y poder cotejar su compostela con la de la película (son exactamente iguales, salvo el nombre del titular, claro). Luego hicimos murales con el mapa del Camino destacando los lugares en los que a Yago de Lavalle, el protagonista, le ocurren aventuras en la novela y, en la presentación de su trabajo, Neus y Caterina nos mostraron un bastón de peregrino que les había traído su abuela de recuerdo de un viaje para ver la Catedral. Creo que, definitivamente, al final, sólo nos faltó ir a Roncesvalles y echar a andar (lo cual no descarto que pase algún día, aunque sea cada uno por su lado).

Cuento esto, en parte, para agradecer a mis alumnos el buen trabajo que hicieron y que fue más allá de mis expectativas. También para compartir, y que no se pierda por completo, la experiencia de aquellos viernes en que me enfadé (hubo gritos, a qué negarlo) y me reí (¡pero cómo te vas a llevar la Play al Camino, hombre!) y todos aprendimos de todos.
La verdad es que con los libros pasa lo mismo que con lo demás: no importa tanto que sean realmente buenos como lo que haces con ellos. Todo forma parte del camino (y del Camino).  

4 comentarios:

  1. Buenas:
    Pues hace tiempo que tengo intención de leerlo. De verlo pasar por que los niños se lo dejan olvidado en el instituto.

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  2. ¡Hola, Anónimo o Anónima!

    Gracias por tu comentario. Puede que a ti te guste el libro...Yo creo que parte de una premisa bastante buena (un herrero, en la Edad Media, "castigado" a peregrinar a Santiago), pero el desarrollo es un poco aburrido. Yo tenía en esa clase alumnos acostumbrados a leer y la historia no les enganchó. Aunque, como digo, de todos modos aprendimos y lo pasamos bien.

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