domingo, 21 de septiembre de 2014

Ahora todo un otoño...

"Ahora todo un otoño, un invierno blanco, una primavera fresca y verde para sacar las sumas y totales del verano pasadoRay Bradbury, El vino del estío (Ed. Minotauro, pág. 224).



Hace tiempo que no subo música al blog y se me ha ocurrido que estaría bien hacerlo hoy para celebrar el comienzo del otoño. He elegido un tema en francés, de Vanessa Paradis, porque me caen bien las personas que lucen orgullosas sus dientes separados (¡no es tan fácil!) y, además, la canción y el video me sirven para hablar de algo sobre lo que leí el otro día.  Lo que leí fue esto:
"La vida real se nos escapa a toda velocidad, minuto a minuto, y solamente a través de la fabulación adquirimos una posibilidad de consistencia. De ahí que sea muy delicado el asunto, porque esto concierne a todo hijo de vecino. ¿Qué quiere decir eso, que estamos todos abocados a la necesidad de ser artistas? En cierto modo, sí. Lo cual no implica que tengamos que ser líderes en el mercado del entretenimiento. Sino que, para sobrevivir, para recuperar el aliento, necesitamos un cierto proceso de fabulación. Y ese proceso es una tarea colectiva. Estamos metidos en ese lío. O asumimos la necesidad de participación en la construcción de la nueva fábula, del nuevo mito, o estamos perdidos. O la vida se nos va."
Esta declaración de Santiago Auserón, incluida en una conversación auspiciada por Josele Sangüesa y reproducida en el blog de éste último, supongo que alude a crear un nuevo mito colectivo que nos rescate de este presente histórico tan poco lustroso, lo cual, la verdad, estaría bien. Pero a mí me interesa, sobre todo, la idea de que es contándonos un cuento, fabulando lo que vivimos, como podemos "adquirir consistencia". Ya se sabe que estamos hechos de historias (Eduardo Galeano dixit) y que los cuentos que nos contamos a nosotros mismos acaban conformando nuestra identidad.
Sin embargo, no comparto plenamente la idea de que "la vida se nos va" cuando no la dotamos de sentido a través de un relato estructurado. Al contrario: puede que los eventos más profundos y significativos de nuestras vidas escapen a todo empeño de ordenarlos o puede que, al tratar de integrarlos en una secuencia lógica, pierdan mucho de eso que los hace tan valiosos.
Los cuentos clásicos empiezan con un sintagma verbal en pasado y así es como es posible narrar, a toro pasado. O también a  toro futuro, ficción pura. El presente, en cambio, es inaprensible. Si fuéramos capaces de vivirlo plenamente, nada podríamos decir sobre él o, como mucho, y como sucede en la canción interpretada por Vanessa Paradis, sería una lista inconexa de conceptos imprecisos (la traducción es mía): 

Están ahí la pintura, los pájaros, la envergadura luchando contra el viento.
Están ahí las fronteras, las distancias, tu porte cuando caminas justo delante.
Están ahí las grietas, cerradas las cerraduras, como en vuelo las cometas.
Está ahí la literatura, la falta de impulso, la inercia, el movimiento.
A veces, vemos las cosas así como son, preguntándonos por qué.
A veces, las vemos así como podrían ser, diciéndonos ¿por qué no?. (Estribillo)
Están ahí, ahí, ahí, si nos tomáramos el tiempo (2 veces).
Están ahí las fronteras, las distancias, tu porte cuando caminas justo delante.
(Estribillo)
Están ahí los misterios, el silencio o el mar luchando contra el tiempo.
Están ahí las fronteras, las distancias, tu porte cuando caminas justo delante.
Están ahí los murmullos, un suspiro, la aventura, como en vuelo las cometas.
Está ahí la literatura, la falta de impulso, la inercia, el movimiento.
(Estribillo)

Vivir así, sin saber de dónde venimos ni a dónde vamos, sólo conscientes del momento presente, sería un problema, claro. Pero tendría también sus ventajas y -creo-  nos liberaría de muchas cargas, entre ellas la de pensar que somos alguien con unas limitaciones bien definidas e insalvables. Del video de "Il y a", me gusta especialmente la imagen de un libro que se abre y se cierra por la primera página. Y, entre principio y final -o entre principio y principio-,  suceden esos pequeños destellos de realidad: una boda, una fiesta, alguien llega, alguien se aleja por un sendero. No lo entendemos, pero sucede y tiene su impacto. Sé que no podemos vivir siempre así, que venimos de una historia, pero propongo que este otoño hagamos un experimento: amar la trama, como canta Jorge Drexler, y no preocuparnos demasiado por entender, resumir y cotejar. Ser y dejar ser sin tanto comentario de texto, a ver qué pasa.

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