domingo, 10 de noviembre de 2013

A veces, subo una torre y me enamoro de un hombre sin nombre

Tener un blog es como tener una vida: mientras buscas una cosa, encuentras otras que, a veces, hasta te gustan más. Hace unos días, sin ir más lejos, estaba yo buscando cierto poema que no voy a decir (estaría feo) para dedicarle una entrada a su autor, cuando me encontré con otro que me robó el corazón. De hecho, con dos. Dos poemas de Pedro Mañas (Madrid, 1981), poeta ganador del Premio Internacional de Poesía para Niños Ciudad de Orihuela en su edición de 2009.

Ilustración de Silvina Socolovsky para el libro Ciudad Laberinto (Ed. Kalandraka, 2010)
El primero no es que sea un poema (o no sólo). Es una escalera, para subir y bajar. Bajar y subir y subir y bajar...

"Poema rascacielos:

(para leer de abajo arriba)

me vuelvo al suelo.
y ahora rima que rima
del rascacielos,
He llegado a la cima,

siempre hacia arriba.
voy leyendo el poema
tan llamativa,
Voy subiendo esta torre
y no me retraso.
voy leyendo el poema
pasito a paso,
Voy subiendo la torre

y no me sofoco.
voy leyendo el poema
poquito a poco,
Voy subiendo la torre

y voy a escalarla.
He encontrado una torre
de piedra y palabras.
He encontrado un poema"

El segundo habla de un hombre al que le falta algo (o más bien de todo):

Ilustración de Silvina Socolovsky
Hombre sin nombre
En mi ciudad hay mil barrios.
En cada barrio hay cien calles.
En cada calle hay diez casas.
En cada casa hay un hombre.
¿Y a este hombre que le pasa?
Pues le pasa (no te asombres)
Que nadie sabe su nombre,
Ni le escribe, ni le abraza.
Le pasa que no le conocen
Ni en su calle, ni en la plaza.
Le pasa que no tiene patio,
Ni ventana, ni terraza.
Le pasa que nada le pasa
Al hombre que vive enfrente
De la puerta
De tu casa.
 
 
De Pedro Mañas, autor de este poemario estupendo (Ciudad Laberinto, Editorial Kalandraka, 2010), apenas he podido saber algo más que su nombre. Para los curiosos, aquí hay una entrevista, pero es del 2008. Aunque una cosa está clara: cuando escribe Pedro, donde pone el ojo, pone la bala.
Silvia Socolovsky, por su parte, ilustradora del volumen, realiza un  trabajo también  digno de un arrebato consumista...¡Tiembla cerdito-hucha!.

5 comentarios:

  1. Precioso, Sofía. ¡Gracias por el descubrmiento!

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  2. La verdad es que me encantó. No entiendo por qué la poesía "para niños" no tiene prestigio. A mí me parece tan difícil de escribir como la de adultos y con la misma profundidad y niveles de lectura. ¡Me alegro de que te haya gustado!

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  3. me ha encantado sobretodo el del hombre sin nombre... mi maldición es que mi cerdito-hucha murió hace tiempo...

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  4. Mi cerdito también anda un poco flaco y con mala cara. Por suerte, existe otro poema de Pedro Mañas para consolarnos:

    “Lo vendo todo, lo vendo”,
    grita un hombre en el mercado.
    “Vendo tuercas y tornillos,
    cerraduras y candados,
    bombón helado y barquillos,
    alcohol, tiritas y yodo,
    camisas y calzoncillos!
    !De todo, vendo de todo!”

    Se le acerca una clienta:
    “Quiero un bote de silencio,
    medio litro de tormenta,
    cuatro cajas de buen tiempo
    y un kilo de isla desierta.
    Quiero espuma de la playa,
    dos botellas de laguna,
    un racimo de palabras
    y una rodaja de luna”.

    El hombre del puesto se enfada:
    “!No vendo nada de eso!”.
    Y ella se marcha diciendo:
    “Entonces no vende nada…”.

    PEDRO MAÑAS

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